“La sustancia” de Coralie Fargeat; la juventud al espectáculo, el cuerpo al capitalismo gore y, por lo tanto, el feminismo al cine
Ficha técnica
“El número de normas impuestas a las mujeres
nos hacen detestarnos que es casi imposible
llegar a una aceptación total”.
Coralie Fargeat
“Una mercancía encarnada literalmente
por el cuerpo y la vida humana”.
Capitalismo Gore, Sayak Valencia
Reseña crítica de “La sustancia” de Coralie Fargeat
A partir de la pregunta ¿has soñado con una mejor versión de ti?, se desarrolla en La sustancia una crítica mordaz a las exigencias estéticas impuestas a los cuerpos, en específico al de las mujeres, y a la industria del espectáculo y su afán por vender desde una juventud eterna. Se trata de la más reciente película de la parisina Coralie Fargeat, quien a través del body horror, el gore, el punk y el feminismo sacude al patriarcado y subraya de manera incisiva ciertas violencias que atravesamos las mujeres (y que terminan permeando a los hombres). Y aunque no pretendía ser una película comercial, esta cinta terminó por catapultar a la directora dentro del foco de la industria cinematográfica. A continuación nuestra reseña crítica de La sustancia de Coralie Fargeat.
La sustancia además de ser una producción de Mubi, cuenta con las excelentes actuaciones de Demi Moore como Elisabeth Sparkle, una entrenadora de aeróbicos de televisión quien tras cumplir 50 años es reemplazada por su mimesis Sue, interpretada por Sarah Margaret Qualley, quien es más joven y rentable según los cánones de belleza. Entre otros aspectos, lo interesante de esta cinta es el lenguaje simbólico y disruptivo con el cual se construye una sátira que a través del exceso muestra lo ridículo de la industria de la pantalla. Esta cinta es toda una experiencia visual pues Fargeat trabaja con imágenes, colores y formas que de manera simple cuenten más de 1000 palabras. Como Coralie menciona para la revista francesa Madame Figaro:
«Las normas de belleza impuestas a las mujeres pueden hacer que nos odiemos… que es casi imposible llegar a una total aceptación… Déjennos libres de ser como queramos y tener la verdadera libertad de utilizar nuestro propio cuerpo; nuestra apariencia según nuestra voluntad».
Debido a su formación; en estudios cinematográficos por La Fémis de París y con una estancia de guión en el Atelier Scénario; Fargeat además de directora es la escritora de sus guiones. Una labor que desempeña de manera transgresora pero con un matiz filantrópico pues como ella comenta ‘espera que las cosas cambien’.Dentro de sus producciones encontramos los cortometrajes: Le Telegramme (2003), un thriller bélico visto desde el visor de unas madres que esperan el regreso de sus hijos que han ido a la guerra; y Reality+ (2014), cinta de ciencia ficción sobre la obsesión de una sociedad superficial que por alcanzar un canon estético termina rechazando sus propios cuerpos. Éste último es el preámbulo de La sustancia.
Y los largometrajes: Revenge (2017), como su opera prima donde comienza a pulir un estilo feminista presentando a una protagonista, aparentemente débil, para transformarla a través de la venganza en una superheroína muy al estilo Kill Bill; y La sustancia (2024), película en la cual este estilo feminista y de ciencia ficción termina de moldearse.
Desde los orígenes de la crítica cinematográfica feminista podemos encontrar como ejes de análisis: los estereotipos con los cuales se suele presentar a las mujeres y que responde a una visión masculina sobre ellas; la pasividad o actividad de sus roles y cuyo protagonismo hasta hace poco era deficiente; y la producción de cine mayoritariamente masculina que refuerza el sexismo. Siguiendo el contracine promulgado por la crítica Claire Johnston en los años 70, podríamos mirar a La sustancia como una contemporánea muestra de contracine. Pues la directora no sólo toma la batuta narrativa desde la misma industria, sino que también subvierte los valores y los estereotipos llevándolos al extremo, haciéndolos evidentes a través del ridículo, lo grotesco, el horror y el gore.
Por un lado, los hombres de poder son representados de manera burlesca, superficiales, viejos, desalineados e imperativamente sexuales. Mediante el close up vemos a un grotesco Hervey, el director de la televisora, comiendo asquerosamente unos camarones los cuales deja a medias. La autora se sirve de esta simbología para plantearnos una metáfora del desecho. La ironía llega cuando ese hombre desaliñado, con los dientes sucios y camarón por todos lados es capaz de señalar a Sparkle que está fuera del juego. Así, menciona que a los 50 años “It stops” haciendo referencia a su lugar en el espectáculo. Mientras Harvey puede seguir ejerciendo su poder de desechar mujeres, la carrera de Sparkle ha terminado. Con ello la directora muestra lo reductible que ha sido la vida profesional de las mujeres, donde sus cuerpos sólo responden a un espectáculo visual siempre y cuando sean jóvenes.
Por otro lado, los estereotipos femeninos también son llevados al extremo: mediante el body horror en la línea narrativa de Elisabeth, y la mercadotecnia de la publicidad del lado de Sue. Como veremos, en un intento de sostener la juventud, y un poco también debido a la depresión, Sparkle se somete a una simbiosis ocasionada por ‘la sustancia’ entregando su cuerpo a una transformación que la irá degradando. Al mismo tiempo que se vuelve adicta a ella. Es la metáfora de la vieja bruja, que entre más grande se convierte en un objeto de asco, exclusión y amargura. Lo que hace eco con aquella mujer que recurre a tratamientos estéticos para dejar de parecerse a sí misma.
A su vez, hay una parte de ella que es la joven Sue, a quien las puertas del éxito se le abren sin complicaciones, los hombres la tratan maravillosamente (ah, eso sí, con un deseo carnal detrás), pero que termina siendo una egoísta que rompe las reglas del balance entre Elisabeth y ella. Mientras que los momentos de Elizabeth son sombríos, la directora utiliza el estilo de la publicidad para ‘vendernos’ a Sue; tal como lo haría la industria del espectáculo. Esto mediante la excesiva utilización de partes del cuerpo en primer plano, antojadizos, que podrían hacer referencia a anuncios publicitarios de Coca-Cola en sus tiempos mozos.
En tanto que las culturas antiguas veneraban a la gente mayor, por ser fuente de sabiduría pues el tiempo otorgaba conocimiento, la pleitesía a la juventud en nuestro contexto actual pareciera esconder algo más turbio: un mecanismo de poder donde la inmadurez, la ignorancia y la superficialidad hacen ganar terreno a la élite. Así, el tiempo para el capitalismo juega un papel ambivalente: como sinónimo de dinero pero también como un cuento de terror cuya trama central es la pérdida de la juventud. Ya lo dijo Judith Butler en Vida precaria, “es imposible no pensar la actualidad desde un espacio fuera del capitalismo”.
Lo anterior remite a la utilización del cuerpo como mercancía, y aquí me apoyo en el capitalismo gore de Sayak Valencia, sobre la violencia extrema que el capitalismo ha aplicado en nuestros cuerpos en pro de una economía ‘global’. La autora utiliza la denominación gore del cine “por conservar un elemento paródico y grotesco del derramamiento de sangre y vísceras que, de tan absurdo e injustificado, parece irreal, efectista, artificial, un grado por debajo de la fatalidad total” (p. 23). Y esto pareciera hacer eco con La sustancia, pues Coralie Fargeat hace su crítica desde un paródico derramamiento de sangre.
Es verdad que vivimos una actualidad donde las tendencias no sólo son marcadas por la industria del espectáculo y las redes sociales, sino también por el negocio de la medicina. No olvidemos que ésta representa un alto sistema de poder y que no está exenta de crítica. Vemos cómo celebridades parecen lucir más jóvenes entre más pasa el tiempo, haciendo uso de sustancias para lograrlo, gastando millones en su apariencia y produciendo estándares que sólo pocos podrían alcanzar. Desde las pantallas se nos está enseñando que la juventud hay que llevarla hasta las últimas consecuencias, sin importar la violencia no sólo en nuestros cuerpos sino también en la misma producción de sustancias (y remitiendo aquí al egoísmo de Sue). Esto genera sociedades cada vez más inconformes con sí mismas, deprimidas e individualistas. Sin embargo, hay una esperanza en la crítica del feminismo, como Valencia menciona sobre el capitalismo gore:
«Consideramos importante enlazar dicho tema con el feminismo como práctica política y categoría epistemológica para, a partir de ésta, proponer algunos ejes de resistencia que busquen redireccionar/subvertir la subjetividad endriaga del capitalismo gore ». (p. 173)
De ahí la importancia de que emerjan nuevas voces en el cine, entre ellas las de las mujeres. De esta forma La sustancia de Coralie Fargeat deja en evidencia que no todo se había dicho, que no todo es remake, y aunque la autora retoma simbología de otras películas, es una narrativa que desde su misma producción rompe el esquema. Como ya mencionamos, el cine y el mundo del espectáculo han estado dominados por hombres, quienes han construido relatos desde una visión hegemónica, heteropatriarcal y sexualizada. Sin embargo, si nos salimos de esa caja aún hay mucho por contarnos y descontarnos. Por ello creemos que La sustancia abre un nuevo camino en la industria , partiendo desde el gozo de una popularidad con la que desgraciadamente no contaron otras autoras antecesoras del cine. Aplausos a la directora y como dice la canción: you got to pump it up.
En esta ocasión nuestra calificación se relaciona con lo innovador de la misma creación de la película, del discurso narrativo, además de la estética visual que aunque gore es bellísima. Por lo tanto consideramos que La sustancia de Coralie Fargeat ya es una película de culto y que merece un 5 estrellas de 5. Así que cuéntanos, ¿ya la viste?, ¿qué te pareció? si no ¿te interesó?
Calificación: 5 estrellas de 5
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Por Cleo